jueves, 31 de mayo de 2012

El método comparatista


Lingüística histórica - Tópicos del Curso de Lingüística Histórica
El método comparativista

Saussure postuló en su Curso de Lingüística General (1985) la que el estudio de la ‘langue’  debería abordar el lenguaje en un momento dado (sincrónico) y en su dimensión histórica (diacrónico). A esta segunda forma de aproximación al estudio de la lengua es la llamada lingüística histórica,  un área disciplinar que se dedica al estudio de las diferencias, a lo largo del tiempo, de una misma lengua, es decir, de su diacronía. El enfoque no sólo se ocupa del cambio lingüístico en las lenguas naturales, sino que  existe un interés por establecer los principios generales que los motivan: sean estos factores internos o externos los que generen los procesos de cambio. El estudio comparativo diacrónico metodológicamente (1) establece los cortes sincrónicos de estados de lengua que han de compararse, estableciendo un E1 que va hasta un En. Posteriormente, cada uno de los estados deben (2) describirse sincrónicamente para entonces proceder a la (3) comparación.
Genealogía del Indoeuropeo
Los primeros en dedicarse a hacer comparaciones de los elementos gramaticales y en precisar las semejanzas léxicas entre diversas lenguas fueron los filólogos. En un afán de  reconstruir el indoeuropeo, por ejemplo, W. Jones (1967) descubrió una afinidad entre las lenguas griega, latina y el sánscrito, la cual supuso que no era casual, por lo que planteó la idea de un origen común. A partir de entonces emergió un interés por reconstruir los estados de la lengua, dando inicios a la gramática comparativa (Rasmus Rask 1814, Franz Bopp 1816, F. Schelegel 1808, Jacob Grimm1822). Uno de los primeros problemas a los que se enfrentó la corriente fue poder asegurar con rigor hasta que punto la semejanza en las lenguas era resultado de un parentesco y no de un préstamo lingüístico. Como respuesta, se crearon elementos de comparación basados en el estudio del vocabulario básico central de las lenguas, enfatizando la referencia a elementos más estables de una lengua.  Como resultado se concluyó que todas las lenguas estaban a merced del cambio lingüístico, y que este se da en el habla y no en la lengua.
Muy pronto los comparatistas lograron hacer un cuadro de parentescos y relaciones entre las lenguas europeas usando el método llamado comparativo, con lo que pudieron trazar grandes líneas evolutivas del cambio lingüístico. Con estos trabajos la lingüística se acomodaba frente el fervor de las corrientes evolucionistas del momento, y se enfilaba al descubrimiento de las semejanzas gramaticales entre el sánscrito y otras lenguas. Al trazar las grandes líneas comparativas que marcaban la evolución a grandes rasgos, los filólogos sólo lograron establecer leyes que rigen las irregularidades del cambio lingüístico, pero no llegaron a explicar las excepciones.
En 1822 Jacob Grimm, siguiendo la propuesta de Rasmus Rask, hizo un estudio de comparación entre las lenguas germanas y  el griego, latín y sánscrito. Se dio cuenta de que el sonido [f] de las lenguas germánicas tenía una correspondencia [p] en las otras lenguas. También observó que el sonido [b] tenía un correspondiente [b], y los sonidos germánicos [θ y d] tenía un correspondiente [t] en las otras lenguas. Grimm pensó en la existencia de una mutación fonética de la que: [bh,dh,gh : b, d, g], [b,d,g : p, t, k] y [p,t,k : θ, h]; a la definición que Grimm hace de la mutación fonética se le llamó Ley de Grimm, la cual supone que aunque haya un valor de ley, hay excepciones a la ley y por eso muchas palabras quedan inalteradas.
Son los ‘junggrammatiker’ (H. Paul 1880, W. Scherer 1875) quienes propondrán que si todo cambio está regido por leyes, no vale sólo explicar las semejanzas, sino que hay que explicar también las excepciones al cambio. No puede haber excepciones a los cambios lingüísticos, pues todo cambia y, por tanto, todo cambio  debe ser explicado. Verner (1872) señalará que las excepciones a la Ley de Grimm no son irregulares, sino que son regularidades que se explican con otras leyes. Argumenta que habrá excepciones que no respondan a las leyes del cambio pero sí a otras, eso sólo indica que tales leyes operaron en momentos diferentes, por ello las diferencias (como en [lat. ‘rufus, ruber’]).
El trabajo de los neogramáticos intentó establecer con la formulación de leyes comparativistas un orden en la relación del cambio lingüístico y la cronología, a fin de abarcar semejanzas y excepciones. Recurriendo a las nociones de préstamo y analogía, se buscó establecer leyes que explicaran el por qué de las irregularidades de cambio. Por un lado, se postuló que toda  ley tiene un tiempo de funcionamiento, y después de la vigencia de la ley se puede hablar de préstamo. El préstamo llega, por tanto, en un momento posterior, cuando la ley ya no tiene vigencia. Por otro lado, la analogía marca la tendencia regularizadora que tienen las lenguas  de construirse en formas a partir de un modelo. Se reconoce que la analogía es la responsable del cambio, un factor importante en la decadencia de la lengua que muchas veces interfiere con la evolución esperada en el desarrollo de la lengua [como en lat. ‘genus-generis’, ‘flos-floris, ‘mos-moris’, ‘honor, honoris’]. Se concluye que las leyes del cambio lingüístico no tienen excepción, si una palabra no sigue la ley es porque ésta ha dejado ya de funcionar, o porque hay otras leyes para hacer explicaciones.
Otro de los aportes de la corriente comparatista fue dotar a la lingüística de una tarea explicativa: no se trata solamente de comparar y describir el cambio, sino de encontrar sus causas. Se estableció consenso en que:
 a) Las únicas causas pueden encontrarse en la actividad de los hablantes, porque son los hablantes quienes usan la lengua.
b) Para lograr las causas del cambio lingüístico no se debe estudiar las causas que se extienden en un periodo límite, es preferible analizar estados de lengua no muy distantes.
c) La primera causa de cambio responde a razones de tipo articulatorio. Cada cambio tiene una razón fisiológica, pues todo sonido tiene una articulación que cambia siempre hacia una misma dirección. Si se presenta una excepción al cambio, siempre hay una ley que lo explica.
e) La segunda causa es de razón sicológica. Ahí se ubica la tendencia a la analogía. A saber, los hablantes agrupan palabras y frases por su semejanza en clases y después crean formas nuevas que enriquecen estas primeras clases. Esto explica las razones por las que no se da un cambio lingüístico –factores sociales o sicológicos-, y también las razones de las excepciones al cambio –préstamo o analogía.
f) No solamente la historia de la lengua debe ser explicativa, aunque la única explicación realmente importante es la histórica.

martes, 15 de mayo de 2012

Bateson, G. La nueva comunicación

Bateson Gregory, “Comunicación” [1971], en Wikin, Y., ed., La nueva comunicación, Kairós, Barcelona, 1987, pp. 120-150.




El texto, que es el capítulo introductorio de una obra mayor titulada The Natural History of an Interview (1971), presenta una serie de premisas y fundamentos teóricos que permiten al autor elaborar algunos planteamientos sobre cómo presupone que las personas se relacionan en el desarrollo de sus interacciones comunicativas.
Las premisas que Bateson retoma son las siguientes premisas freudianas:

1. Sólo ciertos elementos de la comunicación humana pueden acceder a la conciencia de los participantes. Respecto a esta premisa anota dos divergencias:
- Bateson considera que el inconsciente es una necesidad de la economía de las organizaciones jerárquicas de los procesos mentales. Mientras que para los freudianos lo no esperado era el inconsciente, Bateson argumenta que lo no esperado es que los sujetos hagan consientes sus procesos mentales; por tanto, “los sorprendente, y los que por tanto requiere una explicación, es el hecho de la conciencia” (p.124)
- Además considera que la naturaleza generalmente inconsciente de la comunicación no es relevante en un modelo de observación donde se tiene como tópico la comunicación entendida como proceso de intercambio comunicativo .

2. Ningún signo o señal en un mensaje es casual; sino que, en tanto sea parte de éste, todo signo o señal es susceptible de portar una significación (premisa del determinismo síquico[i]). Dentro de un marco de la comunicación interaccional, partiendo de esta premisa, Bateson postula el concepto de determinismo interpersonal; el cual supone que durante cualquier interacción comunicativa todo elemento, tanto lingüístico como kinésico, es determinante en el flujo comunicacional del intercambio.

3. Los mensajes, dentro de la complejidad del flujo, son elaborados a través de procesos primarios[ii].

4. Finalmente, recupera tres principios de esta teoría: de transferencia generalizada, de proyección y de identificación. La noción de transferencia generalizada alude a la existencia de un acto de fe en el sujeto, quien presupone que su receptor comprenderá correctamente lo que le ha comunicado pues asume en éste un interlocutor prototipo o histórico. Por su parte, la noción de proyección implica un involucramiento del alocutor; señala que el sujeto (A) se proyecta sobre éste (B) asumiendo que se comportará como él (A) se hubiera comportado en las mismas circunstancias. Finalmente, el principio de identificación apunta a la idea de que el sujeto (A) ajusta su comportamiento comunicativo en función de los rasgos que cree que son los principios de codificación de su alocutor (B).

Por otro lado, el autor recupera de la teoría de la forma la premisa sobre la percepción puntuada. La cual supone que los sujetos no perciben el mundo como un continuo sensorial, sino que los bloques de información que recibe son mapeados y luego entonces pueden determinarse unidades de significación y generarse la decodificación (tanto a partir de unidades percibidas, como por la ausencia de ellas [ejemplo del cielo estrellado, p.127]. La premisa admite que en principio un flujo de información se conforma de diversos niveles formales de composición, los cuales guardan una relación de composición interna (entre sus unidades formales) y fractal (entre niveles: tanto respecto a los niveles superiores -unidades mayores/composición, como respecto a los niveles inferiores -unidades menores/descomposición[iii]). Por otra parte, si bien el proceso de percepción es algorítmico, se asume que la decodificación no puede ser rígida; al contrario, puesto que la percepción se configura por gestalten un mismo flujo de información puede tener múltiples decodificaciones. Este hecho, menciona el autor, puede incluso representar un problema; a saber, cuál sería, dentro de las diversas posibilidades de análisis de un mensaje, la forma en que debería ser interpretado y lograr una significación adecuada: “serán posibles muchos análisis de este tipo, pero sólo uno representará la historia natural del organismo” (p.129).

Bateson resuelve al respecto que las posibles significaciones de un flujo de información, y en particular de las unidades de datos que lo componen, sólo pueden ser reducidas por el contexto. Para el autor, el contexto de una unidad dada será la gestalt de la que es parte[iv]. Al asumir que las gestalten se estructuran jerárquicamente [nota IV: palabra-frase] implica por consiguiente que cada nivel superior [la frase] satisface parcialmente la necesidad de una restricción de significado de las unidades en el nivel inferior [la palabra]. Ahora, si bien cada nivel superior puede hacer tal restricción, no es posible suprimir totalmente la ambigüedad pues siempre es latente la posibilidad de nivel mayor de gestalt. De ello resulta relevante la afirmación que hace el autor en el sentido que un conjunto mayor de datos aumentaría la certeza de una interpretación, pero nunca constituyen una demostración[v].

Bateson plantea que los principios de significación son operables para el flujo de datos lingüísticos y que aplican de igual modo para el flujo de datos kinésicos. Finalmente ambas modalidades confluyen de forma simultánea en la corriente comunicacional de una interacción y aportan sentido a ésta; por tanto no pueden ser concebidas como independientes. Aún más, propone el autor que los elementos de una modalidad, además de estar potencialmente modificados por otros elementos adyacentes de la secuencia a que pertenecen y por los otros niveles de gestalt (superior e inferior), pueden estar también modificados por elementos de la otra modalidad (una aserción modificada por un gesto, o viceversa). De ahí que uno de los propósitos del libro sea unir ambas partes y observar la relación entre sus elementos. Resulta fundamental que el estudio de esta relación exija situar los elementos o señales en contexto, no sólo dentro de la secuencia del flujo en que aparecen, sino específicamente dentro del contexto de la interacción. Esta es la verdadera propuesta de libro, la formulación de un análisis microscópico donde la comunicación rebase lo límites del léxico y de los movimientos corporales del sujeto para instaurarlos en un marco de interacción permanente con sus interlocutores, los objetos y el espacio (Véase la nota 1, p.134). La idea es fundamental en los planteamientos de Bateson, quien afirma que el marco interaccional es el que finalmente determina lo que cada interactuante dice y hace corporalmente.

Una vez expuestos los fundamentos y el planteamiento básico de la propuesta, Bateson sugiere que, bajo la idea de entender cómo dentro de una interacción comunicativa las personas se relacionan con los demás, si bien es importante definir cuándo la comunicación es afortunada en un intercambio, también resulta necesario observar cuándo la comunicación no funciona.

Para que la comunicación funcione, dice, los mensajes se producen y se comprenden según ciertas reglas o postulados de la comunicación que pueden ser explícitos o implícitos; pero que son convencionales. A pesar de ser convencionales, toda persona admite al momento de codificar mensajes una franja de incertidumbre que supone la necesidad de verificar cómo son recibidos por el destinatario para saber si han sido comprendidos como lo que fueron formulados. Comúnmente la comunicación proporciona medios que permiten a los interactuantes comunicarse a propósito de las reglas de la comunicación (metalenguaje); es decir, los sujetos tienen a su disposición recursos, estrategias, y marcas que guían la producción e interpretación de los mensajes, al igual que el esquema sobre el que se sostiene la interacción. De este modo, cuando una persona emite un mensaje lo complementa con señales sobre cómo debe la contraparte interpretarlo. Por consiguiente, la efectividad de un mensaje se mide en función de la respuesta que el destinatario dé. Si la respuesta es la esperada, la persona se contentará que su mensaje se interpretó dentro de los límites de su intención; además interpretará que, puesto que así ha sido, el receptor tiene una disposición favorable hacia su mensaje y hacia la relación comunicativa establecida. Si por el contrario las señales del receptor mostrarán que el mensaje no fue afortunadamente comprendido según la intención del emisor, éste modificará su actitud comunicativa. En ese momento, la relación de comunicación se ajustará y se establecerá en otros términos. Como consecuencia, la formulación e interpretación de mensajes se hará dentro del marco de la nueva relación [vi].

Bateson señala que los sistemas de convenciones que rigen el comportamiento comunicacional de los sujetos en sus relaciones con otras personas se adquieren en los procesos mismos de la actividad comunicativa. Siguiendo algunos planteamientos de la teoría del aprendizaje, el autor considera que la comunicación representa para el sujeto tanto una operación continúa de procesos de aprendizaje de las convenciones, como una cadena indefinida de contextos de aprendizaje. Según esta teoría todo aprendizaje se da en contexto y en grados: existe un grado I que supone que ‘algo’ se aprende (en contexto); y existe un grado II que supone que se aprende el ‘contexto de aprendizaje’ (de un conjunto de aprendizajes de ‘algo’). Dentro de un análisis de la adquisición de la competencia comunicativa -de las convenciones que rigen los intercambios- el aprendizaje supone entonces que cuando se establece una interacción comunicativa los sujetos no sólo aprenden señales de comunicación (Aprendizaje I: “aprender a recibir señales”, p.142), sino que además aprenden que estas señales predisponen una adecuación contextual (Aprendizaje II: “aprender la manera de aprender señales”, p.142). Asumir una conexión entre señal y contexto de ocurrencia no garantiza el establecimiento de la convención: lo que determina el aprendizaje es la frecuente recurrencia de la situación. A saber, el aprendizaje de la convenciones de la comunicación se instaura en los hábitos de la persona a fuerza de un efecto de acumulamiento de contextos de aprendizaje en el flujo comunicativo que mantienen con los demás a lo largo de su experiencia; es decir, a fuerza de repetición hasta establecer la señal dentro del sistema de convenciones (lograr un Aprendizaje II). De ello que el autor defina el aprendizaje como un cambio de carácter en el sujeto que puede ser explicado análogamente tanto como un cambio en los esquemas de previsión sobre acontecimientos futuros, o como un cambio en los hábitos de aprendizaje.

Bateson plantea que saber cuando la comunicación no funciona también aporta indicios sobre el funcionamiento de la comunicación. Para el autor una situación en la cual el sujeto no posee la competencia necesaria para entablar relaciones comunicativas con otras personas sugiere la presencia de una patología de la comunicación. Serían específicamente situaciones donde se presenta una divergencia irreparable en los sistemas de convenciones comunicativas; como, por ejemplo, casos de pacientes con esquizofrenia. El autor señala que la interacción comunicativa con los esquizofrénicos se caracteriza por la presencia de una ruptura del código. Reanalizando el esquema en que se dan los procesos de aprendizaje de los sistemas de convenciones platea que, análogamente como cualquier sujeto adquiere los sistemas de convenciones, los pacientes esquizofrénicos adquieren su código ‘diferente’ bajo el mismo esquema de aprendizaje que todo sujeto. Así, supone que una persona que padece una patología de la comunicación ha desarrollado tales convenciones patógenas a razón de la experiencia de contextos de aprendizaje patógenos. En los casos de estas personas, el análisis del flujo comunicacional y las relaciones de significación que éste guarda representan un terreno de identificación de los contextos patógenos y de la relación interpersonal en que se dio tal aprendizaje. La pertinencia que conocer el funcionamiento de la comunicación en las relaciones personales encuentra su aplicación en el análisis de las interacciones que mantienen pacientes con patologías de la comunicación a fin de dar soporte a un diagnóstico. Esto se facilita puesto que las convenciones de la comunicación son autojustificadoras; significa que las personas al producir mensajes crean discursiva y corporalmente las condiciones para llevar a su interlocutor a una confirmación de su sistema de convenciones (construirse a sí mismo y definir la naturaleza del significado de su mensaje y de los términos de la relación entablada: el ejemplo de la muralla china).

Antología de citas
“Trataremos de considerar cada detalle, ya se trate de una palabra, una entonación o un movimiento corporal, como si jugara su papel en la determinación del flujo continuo de palabras y de movimientos corporales que constituyen el intercambio entre personas” (p. 125).

“Ignoramos casi todos los procesos por los que nos fabricamos nuestros mensajes y los procesos por los que comprendemos los mensajes de los demás y respondemos a ellos. De ordinario, ya no tenemos conciencia de muchas de las características y componentes de los mismos mensajes. No observamos en qué momento nos llevamos el cigarrillo a los labios, cerramos los ojos o alzamos las cejas. Pero el hecho de que no prestemos atención a esos detalles de la interacción no implica que carezca de consecuencias en el curso de la relación” (p. 137)

“El diálogo no sólo tiene lugar entre personas y a propósito de las convenciones que establecen. Es también, y ello es más singular, un diálogo que rige lo que cada persona es. Cuando A efectúa a B unas proposiciones que éste último rechaza, este conflicto representa para A más que una simple sugerencia sobre la manera en que debe de codificar sus mensajes cuando se relaciona con B. En el lenguaje cotidiano, decimos que el amor de una persona es realzado o disminuido por las reacciones de los demás. O incluso decimos que se ve de manera diferente” (139).

“La aceptación de lo que he llamado una premisa de comunicación es el mismo fenómeno que la aceptación de un rol: es un cambio momentáneo o duradero de hábitos y de previsiones. Y el término ‘rol’ no designa más que una cierta fase de cambio de carácter, ya sea breve o duradera. Este término describe la estructura del comportamiento ofrecido por una persona dada en un contexto de aprendizaje que constituye un sistema de dos personas.” (p.145).

Apreciación
Pertinente que el planteamiento haga énfasis en que, puesto que la ambigüedad es inherente a la significación, la relación entre los participantes de un intercambio comunicativo no es estática y por ello siempre se tengan la necesidad de confirmar la efectividad de los mensajes emitidos. Resulta interesante que Bateson recupere la dimensión dialógica de las interacciones personales e insista en retomar la comunicación interaccional como una situación intersubjetiva y coercitiva donde la participación de los interactuantes está permanentemente modificada por la reacción del receptor en turno. Considero que el aspecto coercitivo de diálogo debe ser algo básico en el estudio sobre la comunicación interpersonal, donde la reacción del interlocutor representa, más que una sugerencia sobre la manera en que el emisor debe codificar los mensajes dentro de esa relación, una sugerencia sobre la manera como se construye ante éste. La comunicación es en todo sentido relacionarse con los otros, hablar con alguien y no de algo.

Este enfoque interdisciplinario considero que tiene su mayor valor en la atención que hace sobre la asimetría y la complementariedad de los intercambios comunicativos, cuya trascendencia evidentemente reaparece en nociones actuales sobre la interlocución, la pragmática y los contratos comunicacionales; nociones donde la comunicación se concibe como acción dialógica y retroactiva.

Notas

[i] El determinismo psíquico es un concepto del psicoanálisis que parte de que todo fenómeno psíquico tiene una causa y, por lo mismo, también la libre elección o decisión humana, en las que la causa es la fuerza del motivo más potente, o bien la situación interna psicológica determinada por todos los condicionamientos procedentes de la herencia, la biología, la educación, el temperamento y el carácter de la persona que decide o el inconsciente. Freud inicia su concepción teórica suponiendo que no hay ninguna discontinuidad en la vida mental; afirma que nada sucedía al azar; ni aun en el menor de los procesos mentales. Hay una causa para cada pensamiento (Internet Encyclopedia of Philosophy: http://www.iep.utm.edu/freud/#H3)
[ii] El proceso primario refiere a uno de los dos modos de funcionamiento del aparato psíquico. Freud describe que tópicamente el proceso primario caracteriza el sistema inconsciente; mientras que el proceso secundario, el segundo modo, caracteriza el sistema preconsciente-consciente. La oposición entre proceso primario y proceso secundario es correlativa de la existente entre principio de placer y principio de realidad Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand (1996). Diccionario de Psicoanálisis, Barcelona, Paidós, p.302).
[iii] Del mismo modo como un bloque de datos lingüísticos se conforma y estructura: ejemplo de las proposiciones que se descomponen en palabras, y palabras en letras; inversamente, las letras se componen en palabras y las palabras componen preposiciones (p. 129).
[iv] la palabra-unidad /mesa/ es parte de la frase-contexto /la mesa 5 se fue sin pagar/; por tanto la significación de /mesa/ se obtiene en función de la frase completa (su gestalt): la mesa refiere a ‘los ocupantes’.
[v] Ejemplo de Blue Peter: que sería algo como decir /Juan ya colgó los tenis/ = ‘¿murió?’; de donde un contexto mayor anularía la ambigüedad: /Juan ya colgó los tenis para que se sequen/.
[vi] Imagínese una situación donde una jefa le dice a su nuevo asistente el siguiente enunciado: “hace calor, deberíamos abrir la ventana para que se ventile aquí adentro”. En un contexto mexicano bajo un principio de cortesía muchas de las órdenes laborales dentro de una relación cercana son enunciadas indirectamente a través de un lenguaje deóntico (deber-hacer) proyectado en la primera persona del plural (nosotros) para minimizar la coerción del mandato. Así, el “deberíamos” supone una convencionalidad de cortesía que no sólo ejecuta la orden, sino que señala una regla de comunicación: ‘soy tu jefa, pero te comunico órdenes indirectamente para minimizar nuestra relación jerárquica’. Puesto que es una convención, la jefa esperaría la ejecución de la orden. La no realización de la orden por tanto supondría una no comunicación. Este hecho consecuentemente generaría una modificación en la actitud comunicativa de la jefa y de la relación comunicativa con su asistente: ‘soy tu jefa, he usado un lenguaje imperativo indirecto y cortés, como no has interpretado mi petición, ahora diré las ordenes directamente “abre las ventanas”.