martes, 15 de mayo de 2012

Bateson, G. La nueva comunicación

Bateson Gregory, “Comunicación” [1971], en Wikin, Y., ed., La nueva comunicación, Kairós, Barcelona, 1987, pp. 120-150.




El texto, que es el capítulo introductorio de una obra mayor titulada The Natural History of an Interview (1971), presenta una serie de premisas y fundamentos teóricos que permiten al autor elaborar algunos planteamientos sobre cómo presupone que las personas se relacionan en el desarrollo de sus interacciones comunicativas.
Las premisas que Bateson retoma son las siguientes premisas freudianas:

1. Sólo ciertos elementos de la comunicación humana pueden acceder a la conciencia de los participantes. Respecto a esta premisa anota dos divergencias:
- Bateson considera que el inconsciente es una necesidad de la economía de las organizaciones jerárquicas de los procesos mentales. Mientras que para los freudianos lo no esperado era el inconsciente, Bateson argumenta que lo no esperado es que los sujetos hagan consientes sus procesos mentales; por tanto, “los sorprendente, y los que por tanto requiere una explicación, es el hecho de la conciencia” (p.124)
- Además considera que la naturaleza generalmente inconsciente de la comunicación no es relevante en un modelo de observación donde se tiene como tópico la comunicación entendida como proceso de intercambio comunicativo .

2. Ningún signo o señal en un mensaje es casual; sino que, en tanto sea parte de éste, todo signo o señal es susceptible de portar una significación (premisa del determinismo síquico[i]). Dentro de un marco de la comunicación interaccional, partiendo de esta premisa, Bateson postula el concepto de determinismo interpersonal; el cual supone que durante cualquier interacción comunicativa todo elemento, tanto lingüístico como kinésico, es determinante en el flujo comunicacional del intercambio.

3. Los mensajes, dentro de la complejidad del flujo, son elaborados a través de procesos primarios[ii].

4. Finalmente, recupera tres principios de esta teoría: de transferencia generalizada, de proyección y de identificación. La noción de transferencia generalizada alude a la existencia de un acto de fe en el sujeto, quien presupone que su receptor comprenderá correctamente lo que le ha comunicado pues asume en éste un interlocutor prototipo o histórico. Por su parte, la noción de proyección implica un involucramiento del alocutor; señala que el sujeto (A) se proyecta sobre éste (B) asumiendo que se comportará como él (A) se hubiera comportado en las mismas circunstancias. Finalmente, el principio de identificación apunta a la idea de que el sujeto (A) ajusta su comportamiento comunicativo en función de los rasgos que cree que son los principios de codificación de su alocutor (B).

Por otro lado, el autor recupera de la teoría de la forma la premisa sobre la percepción puntuada. La cual supone que los sujetos no perciben el mundo como un continuo sensorial, sino que los bloques de información que recibe son mapeados y luego entonces pueden determinarse unidades de significación y generarse la decodificación (tanto a partir de unidades percibidas, como por la ausencia de ellas [ejemplo del cielo estrellado, p.127]. La premisa admite que en principio un flujo de información se conforma de diversos niveles formales de composición, los cuales guardan una relación de composición interna (entre sus unidades formales) y fractal (entre niveles: tanto respecto a los niveles superiores -unidades mayores/composición, como respecto a los niveles inferiores -unidades menores/descomposición[iii]). Por otra parte, si bien el proceso de percepción es algorítmico, se asume que la decodificación no puede ser rígida; al contrario, puesto que la percepción se configura por gestalten un mismo flujo de información puede tener múltiples decodificaciones. Este hecho, menciona el autor, puede incluso representar un problema; a saber, cuál sería, dentro de las diversas posibilidades de análisis de un mensaje, la forma en que debería ser interpretado y lograr una significación adecuada: “serán posibles muchos análisis de este tipo, pero sólo uno representará la historia natural del organismo” (p.129).

Bateson resuelve al respecto que las posibles significaciones de un flujo de información, y en particular de las unidades de datos que lo componen, sólo pueden ser reducidas por el contexto. Para el autor, el contexto de una unidad dada será la gestalt de la que es parte[iv]. Al asumir que las gestalten se estructuran jerárquicamente [nota IV: palabra-frase] implica por consiguiente que cada nivel superior [la frase] satisface parcialmente la necesidad de una restricción de significado de las unidades en el nivel inferior [la palabra]. Ahora, si bien cada nivel superior puede hacer tal restricción, no es posible suprimir totalmente la ambigüedad pues siempre es latente la posibilidad de nivel mayor de gestalt. De ello resulta relevante la afirmación que hace el autor en el sentido que un conjunto mayor de datos aumentaría la certeza de una interpretación, pero nunca constituyen una demostración[v].

Bateson plantea que los principios de significación son operables para el flujo de datos lingüísticos y que aplican de igual modo para el flujo de datos kinésicos. Finalmente ambas modalidades confluyen de forma simultánea en la corriente comunicacional de una interacción y aportan sentido a ésta; por tanto no pueden ser concebidas como independientes. Aún más, propone el autor que los elementos de una modalidad, además de estar potencialmente modificados por otros elementos adyacentes de la secuencia a que pertenecen y por los otros niveles de gestalt (superior e inferior), pueden estar también modificados por elementos de la otra modalidad (una aserción modificada por un gesto, o viceversa). De ahí que uno de los propósitos del libro sea unir ambas partes y observar la relación entre sus elementos. Resulta fundamental que el estudio de esta relación exija situar los elementos o señales en contexto, no sólo dentro de la secuencia del flujo en que aparecen, sino específicamente dentro del contexto de la interacción. Esta es la verdadera propuesta de libro, la formulación de un análisis microscópico donde la comunicación rebase lo límites del léxico y de los movimientos corporales del sujeto para instaurarlos en un marco de interacción permanente con sus interlocutores, los objetos y el espacio (Véase la nota 1, p.134). La idea es fundamental en los planteamientos de Bateson, quien afirma que el marco interaccional es el que finalmente determina lo que cada interactuante dice y hace corporalmente.

Una vez expuestos los fundamentos y el planteamiento básico de la propuesta, Bateson sugiere que, bajo la idea de entender cómo dentro de una interacción comunicativa las personas se relacionan con los demás, si bien es importante definir cuándo la comunicación es afortunada en un intercambio, también resulta necesario observar cuándo la comunicación no funciona.

Para que la comunicación funcione, dice, los mensajes se producen y se comprenden según ciertas reglas o postulados de la comunicación que pueden ser explícitos o implícitos; pero que son convencionales. A pesar de ser convencionales, toda persona admite al momento de codificar mensajes una franja de incertidumbre que supone la necesidad de verificar cómo son recibidos por el destinatario para saber si han sido comprendidos como lo que fueron formulados. Comúnmente la comunicación proporciona medios que permiten a los interactuantes comunicarse a propósito de las reglas de la comunicación (metalenguaje); es decir, los sujetos tienen a su disposición recursos, estrategias, y marcas que guían la producción e interpretación de los mensajes, al igual que el esquema sobre el que se sostiene la interacción. De este modo, cuando una persona emite un mensaje lo complementa con señales sobre cómo debe la contraparte interpretarlo. Por consiguiente, la efectividad de un mensaje se mide en función de la respuesta que el destinatario dé. Si la respuesta es la esperada, la persona se contentará que su mensaje se interpretó dentro de los límites de su intención; además interpretará que, puesto que así ha sido, el receptor tiene una disposición favorable hacia su mensaje y hacia la relación comunicativa establecida. Si por el contrario las señales del receptor mostrarán que el mensaje no fue afortunadamente comprendido según la intención del emisor, éste modificará su actitud comunicativa. En ese momento, la relación de comunicación se ajustará y se establecerá en otros términos. Como consecuencia, la formulación e interpretación de mensajes se hará dentro del marco de la nueva relación [vi].

Bateson señala que los sistemas de convenciones que rigen el comportamiento comunicacional de los sujetos en sus relaciones con otras personas se adquieren en los procesos mismos de la actividad comunicativa. Siguiendo algunos planteamientos de la teoría del aprendizaje, el autor considera que la comunicación representa para el sujeto tanto una operación continúa de procesos de aprendizaje de las convenciones, como una cadena indefinida de contextos de aprendizaje. Según esta teoría todo aprendizaje se da en contexto y en grados: existe un grado I que supone que ‘algo’ se aprende (en contexto); y existe un grado II que supone que se aprende el ‘contexto de aprendizaje’ (de un conjunto de aprendizajes de ‘algo’). Dentro de un análisis de la adquisición de la competencia comunicativa -de las convenciones que rigen los intercambios- el aprendizaje supone entonces que cuando se establece una interacción comunicativa los sujetos no sólo aprenden señales de comunicación (Aprendizaje I: “aprender a recibir señales”, p.142), sino que además aprenden que estas señales predisponen una adecuación contextual (Aprendizaje II: “aprender la manera de aprender señales”, p.142). Asumir una conexión entre señal y contexto de ocurrencia no garantiza el establecimiento de la convención: lo que determina el aprendizaje es la frecuente recurrencia de la situación. A saber, el aprendizaje de la convenciones de la comunicación se instaura en los hábitos de la persona a fuerza de un efecto de acumulamiento de contextos de aprendizaje en el flujo comunicativo que mantienen con los demás a lo largo de su experiencia; es decir, a fuerza de repetición hasta establecer la señal dentro del sistema de convenciones (lograr un Aprendizaje II). De ello que el autor defina el aprendizaje como un cambio de carácter en el sujeto que puede ser explicado análogamente tanto como un cambio en los esquemas de previsión sobre acontecimientos futuros, o como un cambio en los hábitos de aprendizaje.

Bateson plantea que saber cuando la comunicación no funciona también aporta indicios sobre el funcionamiento de la comunicación. Para el autor una situación en la cual el sujeto no posee la competencia necesaria para entablar relaciones comunicativas con otras personas sugiere la presencia de una patología de la comunicación. Serían específicamente situaciones donde se presenta una divergencia irreparable en los sistemas de convenciones comunicativas; como, por ejemplo, casos de pacientes con esquizofrenia. El autor señala que la interacción comunicativa con los esquizofrénicos se caracteriza por la presencia de una ruptura del código. Reanalizando el esquema en que se dan los procesos de aprendizaje de los sistemas de convenciones platea que, análogamente como cualquier sujeto adquiere los sistemas de convenciones, los pacientes esquizofrénicos adquieren su código ‘diferente’ bajo el mismo esquema de aprendizaje que todo sujeto. Así, supone que una persona que padece una patología de la comunicación ha desarrollado tales convenciones patógenas a razón de la experiencia de contextos de aprendizaje patógenos. En los casos de estas personas, el análisis del flujo comunicacional y las relaciones de significación que éste guarda representan un terreno de identificación de los contextos patógenos y de la relación interpersonal en que se dio tal aprendizaje. La pertinencia que conocer el funcionamiento de la comunicación en las relaciones personales encuentra su aplicación en el análisis de las interacciones que mantienen pacientes con patologías de la comunicación a fin de dar soporte a un diagnóstico. Esto se facilita puesto que las convenciones de la comunicación son autojustificadoras; significa que las personas al producir mensajes crean discursiva y corporalmente las condiciones para llevar a su interlocutor a una confirmación de su sistema de convenciones (construirse a sí mismo y definir la naturaleza del significado de su mensaje y de los términos de la relación entablada: el ejemplo de la muralla china).

Antología de citas
“Trataremos de considerar cada detalle, ya se trate de una palabra, una entonación o un movimiento corporal, como si jugara su papel en la determinación del flujo continuo de palabras y de movimientos corporales que constituyen el intercambio entre personas” (p. 125).

“Ignoramos casi todos los procesos por los que nos fabricamos nuestros mensajes y los procesos por los que comprendemos los mensajes de los demás y respondemos a ellos. De ordinario, ya no tenemos conciencia de muchas de las características y componentes de los mismos mensajes. No observamos en qué momento nos llevamos el cigarrillo a los labios, cerramos los ojos o alzamos las cejas. Pero el hecho de que no prestemos atención a esos detalles de la interacción no implica que carezca de consecuencias en el curso de la relación” (p. 137)

“El diálogo no sólo tiene lugar entre personas y a propósito de las convenciones que establecen. Es también, y ello es más singular, un diálogo que rige lo que cada persona es. Cuando A efectúa a B unas proposiciones que éste último rechaza, este conflicto representa para A más que una simple sugerencia sobre la manera en que debe de codificar sus mensajes cuando se relaciona con B. En el lenguaje cotidiano, decimos que el amor de una persona es realzado o disminuido por las reacciones de los demás. O incluso decimos que se ve de manera diferente” (139).

“La aceptación de lo que he llamado una premisa de comunicación es el mismo fenómeno que la aceptación de un rol: es un cambio momentáneo o duradero de hábitos y de previsiones. Y el término ‘rol’ no designa más que una cierta fase de cambio de carácter, ya sea breve o duradera. Este término describe la estructura del comportamiento ofrecido por una persona dada en un contexto de aprendizaje que constituye un sistema de dos personas.” (p.145).

Apreciación
Pertinente que el planteamiento haga énfasis en que, puesto que la ambigüedad es inherente a la significación, la relación entre los participantes de un intercambio comunicativo no es estática y por ello siempre se tengan la necesidad de confirmar la efectividad de los mensajes emitidos. Resulta interesante que Bateson recupere la dimensión dialógica de las interacciones personales e insista en retomar la comunicación interaccional como una situación intersubjetiva y coercitiva donde la participación de los interactuantes está permanentemente modificada por la reacción del receptor en turno. Considero que el aspecto coercitivo de diálogo debe ser algo básico en el estudio sobre la comunicación interpersonal, donde la reacción del interlocutor representa, más que una sugerencia sobre la manera en que el emisor debe codificar los mensajes dentro de esa relación, una sugerencia sobre la manera como se construye ante éste. La comunicación es en todo sentido relacionarse con los otros, hablar con alguien y no de algo.

Este enfoque interdisciplinario considero que tiene su mayor valor en la atención que hace sobre la asimetría y la complementariedad de los intercambios comunicativos, cuya trascendencia evidentemente reaparece en nociones actuales sobre la interlocución, la pragmática y los contratos comunicacionales; nociones donde la comunicación se concibe como acción dialógica y retroactiva.

Notas

[i] El determinismo psíquico es un concepto del psicoanálisis que parte de que todo fenómeno psíquico tiene una causa y, por lo mismo, también la libre elección o decisión humana, en las que la causa es la fuerza del motivo más potente, o bien la situación interna psicológica determinada por todos los condicionamientos procedentes de la herencia, la biología, la educación, el temperamento y el carácter de la persona que decide o el inconsciente. Freud inicia su concepción teórica suponiendo que no hay ninguna discontinuidad en la vida mental; afirma que nada sucedía al azar; ni aun en el menor de los procesos mentales. Hay una causa para cada pensamiento (Internet Encyclopedia of Philosophy: http://www.iep.utm.edu/freud/#H3)
[ii] El proceso primario refiere a uno de los dos modos de funcionamiento del aparato psíquico. Freud describe que tópicamente el proceso primario caracteriza el sistema inconsciente; mientras que el proceso secundario, el segundo modo, caracteriza el sistema preconsciente-consciente. La oposición entre proceso primario y proceso secundario es correlativa de la existente entre principio de placer y principio de realidad Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand (1996). Diccionario de Psicoanálisis, Barcelona, Paidós, p.302).
[iii] Del mismo modo como un bloque de datos lingüísticos se conforma y estructura: ejemplo de las proposiciones que se descomponen en palabras, y palabras en letras; inversamente, las letras se componen en palabras y las palabras componen preposiciones (p. 129).
[iv] la palabra-unidad /mesa/ es parte de la frase-contexto /la mesa 5 se fue sin pagar/; por tanto la significación de /mesa/ se obtiene en función de la frase completa (su gestalt): la mesa refiere a ‘los ocupantes’.
[v] Ejemplo de Blue Peter: que sería algo como decir /Juan ya colgó los tenis/ = ‘¿murió?’; de donde un contexto mayor anularía la ambigüedad: /Juan ya colgó los tenis para que se sequen/.
[vi] Imagínese una situación donde una jefa le dice a su nuevo asistente el siguiente enunciado: “hace calor, deberíamos abrir la ventana para que se ventile aquí adentro”. En un contexto mexicano bajo un principio de cortesía muchas de las órdenes laborales dentro de una relación cercana son enunciadas indirectamente a través de un lenguaje deóntico (deber-hacer) proyectado en la primera persona del plural (nosotros) para minimizar la coerción del mandato. Así, el “deberíamos” supone una convencionalidad de cortesía que no sólo ejecuta la orden, sino que señala una regla de comunicación: ‘soy tu jefa, pero te comunico órdenes indirectamente para minimizar nuestra relación jerárquica’. Puesto que es una convención, la jefa esperaría la ejecución de la orden. La no realización de la orden por tanto supondría una no comunicación. Este hecho consecuentemente generaría una modificación en la actitud comunicativa de la jefa y de la relación comunicativa con su asistente: ‘soy tu jefa, he usado un lenguaje imperativo indirecto y cortés, como no has interpretado mi petición, ahora diré las ordenes directamente “abre las ventanas”.

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