jueves, 12 de enero de 2012

Identificar metáforas

Loewenberg, Ina (1981). “Identificar metáforas”. Tomado de Johnson, M. Philosophical Perspectives on Metaphor, University of Minnessota Press, pp. 154-181, Trad. Tatiana Lipkes Le Duc.


Ina Loewenberg presenta en este artículo una propuesta para poder identificar una clase específica de metáforas: aquellas  presentadas en forma de expresiones asertivas. Ante el hecho de que las metáforas no pueden ser identificadas por la estructura sintáctica de la oración que les da soporte, se cuestiona si acaso las metáforas podrían ser identificadas a partir de su forma semántica. La autora procese verificando la certeza de la afirmación inicial. Después, revisando ciertos fundamentos presentados en algunas teorías lingüístico-semánticas, verifica la factibilidad de una respuesta al cuestionamiento que se ha hecho. Tras analizar y realizar diversas críticas a la teoría semántica, lingüística y filosófica, elabora una serie de suposiciones sobre cómo identificar (en el sentido de tipificar) este tipo de metáforas. Las metáforas, concluirá, son oraciones “indicantes” bien formadas que como aseveraciones son falsas, y que una vez identificadas como metáforas tendrán un valor heurístico.
 
La suposición base es que las metáforas se identifican sólo en tanto que son expresiones metafóricas. Identificar una metáfora significa reconocer no sólo ciertos postulados de la expresión sino además la intención del hablante; y para ello el oyente requiere de un conocimiento extra a su conocimiento lingüístico. Recordando que la intención se halla indisolublemente ligada a los actos del discurso, la autora mostrará que las metáforas son expresiones que no se ajustan a la tipología searliana de los actos de discurso. Ante ello,  considerará  que, si bien las metáforas pueden ocurrir en oraciones ejecutando cualquier tipo de acto, es posible identificarlas, de modo general, bajo la estructura de un acto de lenguaje definido por condiciones particulares:  van a caracterizarse por a) ser afirmaciones ambiguas que pueden ser tomadas como verdaderas o falsas, y b) porque una vez consideradas en un plano de la expresión, como metáforas, no son ni falsas ni verdaderas, sino que adquieren un valor heurístico; es decir, su significado no es riguroso (como lo es el significado literal) porque depende de las creencias e intenciones del hablante. Esto significa que no es factible aceptar que las metáforas, en su literalidad, afirmen “presumiblemente algo”; o afirman o no afirman, y si afirman son falsas y no pueden ser usadas como postulados. A saber, al producir metáforas el hablante no pretende afirmar su visión del mundo pues asume de antemano que al no representar hechos verdaderos su expresión admite cierto rango de vaguedad. De este modo, la metáfora es una propuesta implícita hecha al oyente para que adopte su punto de vista. Bajo este planteamiento la autora propondrá caracterizar las metáforas como actos sugestivos cuyo propósito es proponer o promover visiones y creencias del mundo que, en tanto que pueden ser rechazadas o aceptadas, no necesariamente modifican nuestra visión del mundo.  Son ocho las condiciones para los actos sugestivos, de los cuales se observan los siguientes supuestos: a) los interlocutores están de acuerdo en que la expresión es falsa si se toma como afirmación, b) existe una intención del hablante (ser sugerente) y c) la intención del hablante puede ser aceptada o no por el oyente. Que sean reconocidas como postulados no verdaderos es una condición determinante para poder ser inidentificadas, pues sólo a razón de esto puede reconocerse la intención del hablante: la intención de ser metafórico.