lunes, 28 de noviembre de 2011

Los niveles del análisis lingüístico


Benveniste, Èmile, “Los niveles del análisis lingüístico” [1964], en : ________, Problemas de lingüística general I, Siglo XXI Editores, México, 1976 [1966]; y “La forma y el sentido en el lenguaje” [1967], en idem, vol.II, 1977 [1974]


“Los niveles del análisis lingüístico” es un artículo donde el lingüista francés E. Benveniste analiza los diferentes niveles en que la lengua se estructura y articula formalmente. El autor plantea que la noción de nivel podría dar respuesta a diversas interrogantes en el campo del análisis lingüístico, específicamente: cómo definir y delimitar formalmente un hecho lingüístico, y cuál sería el procedimiento adecuado para hacerlo.

Benveniste propone un procedimiento para definir los niveles del sistema lingüístico, el cual está  fundamentado en dos hechos del lenguaje: tiene la propiedad de ser doblemente articulado y sus elementos son discretos al mantener tanto relaciones distribucionales, como integrativas. Para categorizar los niveles lingüísticos e identificar sus unidades formales, sugiere aplicar un procedimiento distribucional, que consiste en segmentar elementos dentro de una línea enunciativa y consecuentemente verificar su identificación a razón de que admitan, dentro de tal contexto sintagmático, la posible sustitución por otros elementos lingüísticos del mismo paradigma. El autor identifica cuatro niveles de la estructura lingüística: el nivel de los rasgos distintivos, el nivel de los fonemas, el nivel de los signos y el nivel de las frases o categoramas. Durante el proceso de categorización de las unidades de cada nivel, observa que las operaciones de segmentación y sustitución no tiene el mismo alcance sobre cada uno. Así por ejemplo, el nivel de los rasgos distintivos contiene unidades que pueden ser sustituibles, pero no segmentables. Y, de modo contrario, el nivel de frase contiene unidades que pueden ser segmentable,s pero no someterse a la operación de sustitución ya que no son distintivas.

Benveniste observa igualmente que un procedimiento distribucional presenta una limitante metodológica pues no da cuenta de las relaciones que las unidades lingüísticas mantienen con los elementos de otros niveles. A saber, este es un aspecto de vital importancia en la descripción del hecho lingüístico ya que las unidades lingüísticas no sólo mantienen relaciones sintagmáticas y paradigmáticas, sino que además tienen la propiedad de poder ser integrantes de unidades de nivel superior, e inversamente estar compuestas por unidades de nivel inferior, o constituyentes. Una unidad adquiere su formalidad y su valor distintivo, o sentido real, dentro del sistema lingüístico porque puede sostener relaciones de integración -ser identificada como integrante dentro de otra unidad superior. La relevancia de mantener una distinción entre las unidades como constituyentes y como integrantes tiene por tanto importantes consecuencias en la relación forma-sentido.

Benveniste propone que la reducción de una unidad lingüística a sus constituyentes delimita su constitución formal. En modo inverso, la integración de la unidad en un elemento de nivel superior, define su sentido. Ambas propiedades son insolubles en el funcionamiento de la lengua como sistema. A pesar de ello, al igual que las operaciones de segmentación y sustitución, las relaciones de integración y constitución tienen diferente alcance en cada nivel. Así, los rasgos distintivos no están conformados por constituyentes; tan sólo pueden ser definidos como integrantes. Del otro lado, la frase sólo puede ser definida por sus constituyentes, pero no como integrante. Como consecuencia de que la frase no tenga ni la virtud de establecer relaciones de distribución, ni mucho menos de funcionar como integrativa, Benveniste la ubicará en el dominio del uso de la lengua; es decir, fuera del sistema. La frase, dice, cumple sólo una función proposicional; sea esto, ser predicado. Y esa es una propiedad fundamental, no una unidad distribucional ni constitutiva; por tanto la frase pertenece al terreno del discurso.

En el artículo de “La forma y el sentido en el lenguaje”, Benveniste profundiza en el análisis de las nociones de sentido y forma. Partiendo de la idea de que el lenguaje es, más que un instrumento de comunicación, un medio de elaboración de la significación, el autor desarrolla una discusión sobre el concepto de signo concebido como unidad semiótica. Esta unidad, señala, encierra una doble relación con el sistema lingüístico: por un lado, el signo es significante; y por el otro, participa en un orden semiótico, es decir, significa. Desde esta perspectiva el signo debe ser categorizado tanto por su forma, como por su sentido. Como significante, el signo posee la posibilidad latente de su materialidad expresable. Esta posibilidad es pertinente en tanto que cumple la función de hacer al signo una unidad distintiva dentro del sistema. Por su parte, el signo como sentido se construye en la red de relaciones y oposiciones paradigmáticas en las que éste participa dentro del sistema. En general, tanto como forma significante, o como sentido, el signo se satisface necesariamente en la identificación que obtiene dentro de la lengua. Siguiendo esta caracterización, Benveniste reafirma el hecho de que los signos se ubican al interior de la estructura lingüística.

La segunda discusión que Benveniste desarrollo gira en torno a la definición del estatus de la frase. La frase es un hecho lingüístico que se ubica en el uso del lenguaje. Siendo así, la frase obtiene su sentido necesariamente en la particularidad en que es usada y dentro de una situación específica de enunciación. La propuesta de Benveniste apunta a diferenciar dos dimensiones del lenguaje. Indica que, por un lado, la semiótica concierne a la dimensión de lo signos. Mientras que, por el otro, la semántica concierne a la dimensión de la frase (p. 225-228). Para el autor la semántica es en sí la actividad lingüística puesta en marcha donde los signos se desprenden de su aspecto conceptual y genérico para devenir ‘palabra’ articulada a merced del hablante, quien finalmente busca comunicarse en su experiencia propia (sus ideas) a través de un mensaje.

Citas:
“La noción de nivel nos parece esencial en la determinación del procedimiento de análisis. Sólo ella es adecuada para hacer justicia a la naturaleza articulada del lenguaje y al carácter discreto de sus elementos” (Tomo I, p. 118).

“Tal es, en pocas palabras, el método de distribución: consiste en definir cada elemento por el conjunto de los alrededores en que se presenta, y por medio de una doble relación, relación del elemento con los demás elementos simultáneamente presentes en la misma porción del enunciado (relación sintagmática); relación del elemento con los demás elementos mutuamente sustituibles (relación paradigmática)” (Tomo I, p.119).

“Podemos formular pues las definiciones siguientes:
La forma de una forma lingüística se define como su capacidad de disociarse en constituyentes de nivel inferior
El sentido de una unidad lingüística se define como su capacidad de integrar una unidad de nivel superior” (Tomo I, p. 125)

“La lengua tiene dos maneras de ser lengua en el sentido y en la forma. Acabamos de definir una, la lengua como semiótica; hay que justificar la segunda, que llamamos la lengua como semántica “ (Tomo II, p.226).

“El sentido que ha de ser portado o, si se quiere, el mensaje, es definido, delimitado, organizado por la mediación de las palabras; y el sentido de las palabras, por su parte, es determinado por la relación con el contexto de la situación “ (Tomo II, p. 229)

La sujetividad en el lenguaje


Benveniste, Èmile, “La naturaleza de los pronombres” [1956], y “De la subjetividad en el lenguaje” [1958], en : ________, Problemas de lingüística general I, Siglo XXI Editores, México, 1976 [1966]. y “El lenguaje y la experiencia humana” [1965] , en idem, vol.II, 1977 [1974].


En estos artículos Èmile Benveniste desarrolla los fundamentos del fenómeno de la subjetividad en el lenguaje. La idea principal resume que el lenguaje contiene categorías lingüísticas que permiten a los usuarios del lenguaje construirse como sujetos discursivos e inscribirse dentro de sus propios enunciados. El autor identificará algunas de estas categorías y analizará cómo se manifiesta la subjetividad del hablante.

Existen en el lenguaje ciertas categorías que, si bien se hallan en los inventarios de las lenguas, su estudio y descripción sólo es posible definir a través del uso propio del lenguaje. Estas categorías discursivas sirven como indicadores de la subjetividad de los usuarios del lenguaje ya que les permiten no sólo construirse dentro de una situación de alocución en relación a los otros, sino además dimensionar el espacio, el tiempo y la ubicación de los objetos a partir de su experiencia. Formalmente las categorías discursivas son diferentes a otras categorías gramaticales; aunque lo que en realidad marca una diferencia son sus particularidades pragmáticas. Los pronombres yo y tú, por ejemplo, organizan su referencia en torno a una situación concreta de alocución. Ahí, yo se refiere al locutor y tú se refiere a alocutor. Del mismo modo, los adverbios de temporalidad organizan su referencia a partir del presente marcado por el acto mismo de anunciación; dentro del cual el presente se refiere y actualiza a todo momento de habla. Este proceso en el que una categoría gramatical establece su referencia por asociación a la instancia de discurso actual es llamada deixis. En este caso, la unidad discursiva cumple una función de indicador; así, y yo son indicadores que refieren a las posiciones de persona inherentes del acto de alocución. Otras categorías como los pronombres demostrativos, algunos adverbios de lugar o tiempo, las desinencias verbales de tiempo, o ciertos verbos modales y verbos de ‘palabra’ conjugados en primera persona cumplen igualmente funciones deícticas; es decir, establecen su referencia por asociación a la presente instancia de discurso, la cual contienen el indicador de persona yo.

Benveniste señala que estos elementos categoriales se destacan por no tener una referencia fija en la realidad material, sino por actualizarla ante cada nueva instancia de discurso. Cada vez que un individuo hace uso del lenguaje se instituye como yo, inherentemente implanta ante él un . Y al mismo tiempo se alinean los indicadores de tiempo y espacio a esa producción discursiva. Así, en el aspecto relativo de la situación de enunciación, surge el sujeto enunciativo dando sentido a su experiencia subjetiva dentro de un marco de intersubjetividad donde asume la lengua por cuenta propia. Con ello Benveniste concluye que el lenguaje no es únicamente un sistema de signos; queda de manifiesto que es ante todo el principal recurso de la construcción subjetiva.

Al tratar la dimensión de esa individualidad actualizada en la instancia de discurso, el autor afirma que la subjetividad, en tanto que es lenguaje en uso, está fundamentada sobre todo en la condición dialógica de la situación de alocución; es decir, en la relación establecida dentro de este marco donde el sujeto se define como “ego”. A saber, cuando un individuo habilita la palabra lo hace dirigiéndose ante una instancia alocutoria, el , alternando recíprocamente la instancia de producción discursiva donde el locutor pasa a ser alocutor y el alocutor el locutor. Benveniste señala que si bien las partes se define por una aparente simetría, la relación no es equitativa ya que una vez actualizada la instancia enunciativa emerge un nuevo sujeto enunciativo yo y por ende una nueva configuración de los demás indicadores: alocutor, tiempo, espacio, modos, etc. Al fin y al cabo, la lengua sólo posee un sistema de alineación para los sistemas de referencias deícticas: la posición de locutor. Bajo este sentido la instancia de discurso representa la evidencia más objetiva de la subjetividad de los usuarios del lenguaje y de su inscripción en sus propios enunciados.


Citas


“La importancia de su función [de las formas “pronominales”] se medirá por la naturaleza del problema que sirvan para resolver y que no es otro que el de la comunicación intersubjetiva. El lenguaje ha resuelto este problema creando un conjunto de signos “vacíos”, no referenciales por su relación a la “realidad”, siempre disponibles, y que se vuelven “llenos” no bien un locutor los asume en cada instancia de su discurso” (Tomo I, p.175)


"El lenguaje no es posible sino porque cada locutor se pone como sujeto y remite a sí mismo como yo en su discurso. En virtud de ello, yo plantea otra persona, la que, exterior a todo “mí”, se vuelve mi eco al que digo tú y me dice tú. La polaridad de las personas, tal es en el lenguaje la condición fundamental, de la que el proceso de comunicación, que nos sirvió de punto de partida, no pasa de ser una consecuencia del todo pragmática.” (Tomo I, p. 181)


“Acontece una cosa singular, muy sencilla e infinitamente importante que logra lo que parecía lógicamente imposible: la temporalidad que es mía cuando ordena mi discurso es aceptada del todo como suya por mi interlocutor. Mi “hoy” se convierte en su “hoy”, aunque no lo haya instaurado en su propio discurso, y mi “ayer” en su “ayer” (Tomo II, p.79)


“Hay enunciados de discurso que, a despecho de su naturaleza individual, escapan a la condición de persona, o sea que remiten no a ellos mismos, sino a una situación “objetiva. Es el dominio de lo que se denomina la “tercera persona” (Tomo I, p. 176)